UN NUEVO MILLONARIO | Germán Gome


Ilustración: Fernando Katz


El cuerpo me transpiraba abajo del mameluco, del calor que hacía ahí dentro. Encima éramos de tomar mate con el Gordo a la mañana.

El gordo es de esas personas de aspecto perezoso, con caras que demuestran cansancio, cansancio permanente, sin expresión, casi inertes. Es de los tipos que han hecho de todo en la vida y lo saben todo; no importa cuál tema se hable, seguro había tenido una experiencia parecida o conocía al respecto.

Trabajábamos en el galpón de transportes Villavieja, una de las miles de empresas explotadoras de Argentina. Manteníamos el buen estado de los carretones de los camiones.

Villavieja era el dueño, que había logrado su emprendimiento a través de la meritocracia. Con alguna que otra jugada de robo a sus antiguos jefes, formó su empresita familiar. Algún juicio también, experiencia en el rubro del transporte y amiguismo, digamos, con algunos clientes, lo logró. Se armó su quintita. O así me la contó el Dari al menos. Él era chofer en esa empresa, se conocían de ahí.

Y estábamos con el gordo, apoyados en el banco de trabajo del taller, escuchando la radio y tomando unos mates como siempre. Los jefes no estaban en la empresa temprano, entonces aprovechamos para desayunar y chamuyar un rato, cuando de pronto escuchamos al conductor de la radio dar esas noticias que te paralizan por unos instantes,que te dejan congelado, que es inevitable no prestarles atención. El gordo quedó con el mate como micrófono y yo con el bizcochito Don Satur a punto de meterlo en la boca, cuando dijo el locutor: “Cambiamos de tema y nos vamos para Córdoba a felicitar a un nuevo millonario en la Argentina, que con seis aciertos gana 100 millones de pesos en el Quini Seis...”

Inevitablemente la charla se cortó. Hubo silencio en el taller. Un silencio ruidoso. 

Empezamos a atravesar esa ilusión de que podríamos ser nosotros. Si jugara al menos una boletita, podría soñar más. Aun así, el instante es atravesador. ¿Cómo no imaginar ganar un premio así?

A pesar de que seguían desarrollando la noticia del millonario, en mi cabeza la única imagen, las únicas palabras que quedaron boyando eran: “cien millones”. El eco de esa frase invadía mi cabeza por completo, el silencio seguía y supongo que la única y misma imagen tenía mi compañero en su cabeza pelada y sudorienta.

Para salir del shock, alguno de los dos dijo, fui yo creo :

- ¡Cien millones! ¿Qué hacés con tanta guita?

- No sé -respondió el gordo saliendo del estupor de la noticia, sacandose con el brazo la transpiración de la frente- Es mucha guita ¿vos qué haces?

- Yo creo que lo primero que haría, sería comprarme una casa. O dos. Compraría tres o cuatro departamentos, los reciclo y los vendo.

- Lindo ¿no? ¿Yo sabés qué haría? Lo agarro a Rafa y le compró la empresa de mierda ésta, con él adentro. Lo hago que limpie todo antes de irse, mientras lo voy verdugueando por hijo de puta. ¡Dale Rafa! -le digo- ¿Cómo que no tenés nada para hacer, Rafita? Limpiá, y si no tenés nada, buscá qué hacer, pero parado, no. Vos laburá que yo voy a estar acostado en mi casa, la re puta que te parió.

- Jaja, es buena, lo hago que labure para mí, por hijo de puta.

- Le calzo el mameluco, me prendo un pucho y le digo: ¡dale! laburá y es la última vez que llegás tarde - nos tentamos con la imagen del Rafa..

- Igual, convengamos que si le comprás la empresa, no va a necesitar laburar para nosotros.

- Pero le pago el doble, o el triple. Es tan sediento de plata que acepta. Después, no sé, con lo que me sobre me compro una de esas casas corte Puerto Madero, ¿viste? En esos edificios gigantes vidriados.

- No conozco mucho. ¿Esos que están tipo después de los de ladrillo a la vista ahí atrás del Luna? ¿Por Alem es? 



- Claro, eso es Puerto Madero, sí.

- ¿No son oficinas?

- Esos creo que sí. Y locales.

- Aaah, los de atrás cruzando el puerto. Sí, sí

- Claro. Hay departamentos, bah, departamentos que miden como media manzana.

- Son gigantes ¿no? Una vez fui nomás, parece otro país.

- Y sí. Ahí se concentra, se junta, la porción de los que más guita tienen en Argentina, garcas todos, seguro.

- Bueno, pero si te ganás 100 palos ¿ya estás en la misma? ¿Te insertas así nomás en su clase?

- Y la plata llama a la plata. Viste cómo es. ¿Ahí sabés qué? No sólo las personalidades del espectáculo viven, como te imaginarás, también la gente del arte que mueven mucha. Narcos, políticos, empresarios... todos juntos.

- Alberto Fernández. ¡Ah! Y el hijo de Pablo Escobar dicen que vive ahí.

- ¡Ahí tenes! y Nisman. Nisman vivía ahí. Donde lo mataron. Las Xipolitakis, por ejemplo. Algún jugador de fútbol, obvio.

 - Y ahí entrás vos, que ya no vas a ser un obrero, vas a ser millonario. El nuevo millonario, de La Matanza a Puerto Madero, ¿qué me contás? Crack. Che, ¿y cómo es tu casa?

 -Sí, tal cual. Espero no sentirme solo, porque todos se te acercan como rapiñas cuando tenés guita. Viste cómo es. Pero, ¿sabés qué? Con vista al río me lo compro. En el piso más alto del edificio más alto, que se vea Uruguay.

-¿Cómo se va a ver Uruguay, Gordo?

- Posta, se ve. Ya lo veo. Mirá: te levantás a la mañana, estiras un poco -aprovechó y estiró los brazos- agarrás el control remoto de las cortinas…

- ¿Control de las cortinas?

- Sí. ¿En esas casas te pensás que vas a hacer algo? Es todo automático. Pero bueno, agarrás el control, tocás un botón, psssss -simula apertura automática, se levanta la persiana- ¿y qué ves? Uruguay. Vas a la cocina, ponés la pava, te echás un buen garco, volvés por el agua y te preparás el mate. Te prendés un pucho y de vuelta al balcón a contemplar el río. Media horita ahí ¿y sabés cómo arrancas a trabajar después de empezar así el día?

- Un control que diga: “¡cortinas arriba!” y ¡pum! se abren solas. Igual ¿qué laburar, Gordo? Son 100 millones. ¡No trabajo más en la vida, boludo!

- Y sí, tenés razón. Pero trabajaría para no aburrirme ¿viste? -ríe- ¿esos pisos sabes lo que son? Tienen todo: pisos calientes, las paredes de vidrio, hasta el techo de vidrio, con el mismo sistema de las ventanas. A la noche ¿sabes qué? Tocás un botón y pum ¿qué ves? el cielo, las estrellas. Y son tan tan altos que las ves más cerca… casi que las tocás.

- Yo agarro, con esa guita, primero me hago un edificio para alquilar y no laburo más. Un edificio, tipo de veinte departamentos y los alquilo. Deptos de ocho lucas, diez por mes, por veinte, saca la cuenta. Ya está. Y después un viaje a no sé, Brasil, y por ahí arranco. Me voy de viaje seis meses, un año y vuelvo seco pero ¡me recorrí el mundo, Gordo!

- Yo tengo un amigo que volvió hace poco de viaje, así como decís, pero te quería contar de otro que trabaja en Garbarino, que está por quebrar pero no importa, y un día fue a entregar un lavarropas a Tinelli, y estaba roto el ascensor de carga. Y como son muy…¿viste como son? no lo dejaban subir por el otro ascensor, por el de entrada digamos, el que usan ellos.

- Escalera.

- No, dicen que es re copado Tinelli.

- Pará, pará. ¿Tinelli dijiste?

- Sí, Tinelli, el de Showmatch. Es re copado el loco. ¡Bah! no, pará, era Germán Paoloski creo… Bueno, da igual, la cuestión es que ¿sabés qué tienen en esos edificios?

-Plata.

-Obvio, pero escuchá, por eso me gustan. Llegás en el auto, tremendo auto, imaginate, un Audi, un Porsche, una Ferrari, no sé, último modelo, mínimo, si no, los vecinos te miran mal. Viste cómo son. Bueno ¿pensás que lo dejan en planta baja, en el garage? ¿O en la puerta?

- No se, sí ¿a dónde lo guardan sino? 

- Tienen ascensor para los autos, me contó. Él los vio porque el loco los dejó subir por su ascensor de autos. Viste que el de servicio estaba roto. Piso veintitrés, ponele que era, y llegás en tu auto porque ni te bajás, hay un… ¿cómo se llaman? Seguridad, portero, botón, que se yo. Y le abre el ascensor, digamos, la puerta de entrada. No sé pa’ qué, si tienen todo automático, pero el tipo está ahí para abrir la puerta. Bueno, entrás y decís “piso veintitrés”, y así por voz te toma el ascensor, dicen. Subís, se abre la puerta y hay como un garaje, no un garaje así nomás. No, a todo culo, lucecitas por aquí, un cuadro por allá y cuando te bajás del auto, hay otra puerta.

- ¿Y?

- Entrás directamente al living de la casa. ¿Te imaginás eso? una locura, re cheto.

-Lo que es tener plata, la puta madre, soy yo ahí.

-Sí, imaginate, al toque un empleado que te saca el abrigo.

¿Y si es verano?

Te sirve algo frío. Igual yo no haría eso, al pedo gastar la guita para que te reciba un mayordomo.

Mejor que te reciba...

Que te reciba tu mujer, capo. Que con tanta guita sabes lo que está.

Pensaba en un perro. Un Labrador. O un Lassie, uno de esos.

-¿Qué perro? Sabes cómo está amigo, toda operada quizás, pero bomba bomba. Tacos de esos finitos, unas joyas ahí que le regalás, viste, tipo día de los enamorados. Qué flores ni qué flores, unas pulseras -guiña el ojo- y usa todo ella. Vestidos.

-Cien millones.

-Entrás, te clava un beso. Vos agarrás, te sacás el saco de Armani. Mirás la hora en un Casio ¡bah! qué Casio, uno de esos relojes suizos.

-Rolex.

-Si, que se yo. Te vas al balcón, te arremangas la camisa, te relajas un poco. Tu mujer de atrás muy sensual te empieza a acariciar, vos mirando el río. De atrás te abraza, te acaricia.

-Pará...

-Te pasa las manos por las tetillas, mientras te va desabrochando la camisa, y vos mirando el horizonte, respirás airecito fresco del río; y sentís que ya te baja los dedos por dentro del pantalón. Juega por ahí. Sube, baja. Ella se agacha, vos miras el río…

-Uff ¡pará!

-Y paaa. Te echas un buen polvo. Así, apenas llegás. En el balcón, mirando el río.

-¡Uuuuh! ni me digas.

-Y sí. Y después de acabar te prendés un buen puro. Y bueno, ahí sí.

-¿Qué?

-Un empleado que te trae un whisky, de esos bien caros ¿viste? Tranquilo, mirando el río -respira profundo con los ojos cerrados- y después de eso, te vas a dar una ducha.

-¡Oooh! lo que deben ser esos baños ¡por dios! Haría lo mismo.

-No sabés lo que son. Si tenés ascensor para el auto, imaginate el baño. Como mi casa son los baños, es gigante. Jaboncito líquido. De esos ricos, esos perfumados a coco ¿viste?. El inodoro que no se tapa ni en pedo, y si vas en invierno la tapa está calentita cuando te sentas. Corte de madera.

-No, no… es mucho

-Los vidrios, si te bañas no se empañan, dice mi amigo que podés vivir en esos baños.

-Bueno, tampoco vivir.

-¿Qué? Ni olor después de un garco de fin de semana queda. Creo, creo, no estoy seguro, pero me dijo que hasta el agua del inodoro sale ya perfumada.

- ¿Entró al baño el caradura?

-Se estaba cagando.

-¡Queé hijo de puta! Pero bueno, está bien. Yo no puedo cagar en cualquier baño y menos en uno así, una culpa.

-Salís del baño - se palmeó la panza con las dos manos- y eso sí, de ahí al sillón. Aaah, el sillón que me compro, ya lo siento - Se estiraba como si fuese a sentarse cómodamente el gordo. Era expresivo, a su manera.

-Como 100 lucas en el sillón, ¿con masajeador?

-Sí, obvio. Con control remoto, masajeador, que te hace masajes ¿viste? Agarrás el control remoto y enfrente tuyo, un smart de la concha de su madre. Noventa pulgadas. En eso sí me gasto lo que sea, cien mil, no sé, lo que sea, pack de fútbol, obvio, Netflix, Youtube, todo. Igual, primero mientras me masajea el sillón, hago un poco de zapping

-¡Qué vago que sos hijo de puta!

-Mirás un rato el programa de tu jermu.

-¡Ah! ¿es famosa?

-Y sí, con tanta guita, seguro que sí. Estás ahí, en su círculo. Quién te dice, soy vecino de, no sé, Mirta Legrand. Buscás un partido, un vasito de whisky de por medio, porque al lado del sillón tendría una mesita de vidrio con las bebidas.

-Una bodeguita.

-Claaaro. Dice igual mi amigo que son peligrosos esos sillones.

-¿Peligrosos? ¿No me digas que te hacen mal?

-No, porque quedás mosca con tanta comodidad y no te levantas más.

-¿También le usó el sillón a Tinelli?

-No era Tinelli, te dije, era Paoloski.

-Bueno, Paoloski. Y sí, mientras le firmaba, se sentó en un sillón de esos, tienen de todo los famosos.

-Y nosotros les pagamos el sueldo.

-No, el canal les paga, vos lo mirás, y gratis.

-Tenés razón. Igual, de alguna manera, le pagamos seguro, nosotros pagamos todo. La otra vez escuché que el Estado le paga más del 50% de los sueldos a Clarín, entonces tan errado no estoy. 

- Bueno. ¿Qué te decía? ¡Ah, sí! la tele. El sillón. Me quedo tirado hasta cualquier hora ahí, sin importar el mañana. El mañana… - Lo veía al gordo que se sumía como en un sueño- por ahí abro el techo y me quedo mirando el cielo, mi mujer que… qué se yo. - se reía el gordo, una sonrisa tenía, con las manos en la nuca, la mirada como en un punto fijo en el techo, pero estaba más lejos.

-Yo sabes que gordo- le dije- agarro y qué Brasil, Tailandia, Noruega no sé, me voy a una de esas playas paradisíacas. Con agua, que olvidate que no es como acá ¿sabés lo que es? no es Mardel, San Bernardo…


Lo miré al gordo y me di cuenta que estaba en la suya y que no me estaba dando bola. Me fuí a Cancún, a Japón, con la radio de fondo. Estaban pasando “Homero” de Viejas Locas y yo andaba por Rusia, cuando de golpe y como un trueno de esos que te hacen apretar el culo, sonó la inconfundible bocina del jefe. Era el Rafa, que nos indicaba que teníamos que correr a abrirle el portón. Y en menos de un segundo, el Gordo rápido y haciéndome ademanes que haga algo, fue a abrirle como de costumbre, el portón al jefe, mientras yo agarraba las primeras herramientas que tenía a mano para justificar mi sueldo. Y volvía a sentir el calor y la humedad debajo del mameluco azul. Y ese eco. Cien millones.

 

Germán Gome


Soy German. Nací en el 89, en San Juan. Hace diez años vivo en Buenos Aires.

Obrero y artista (de rama aún no definida). Pero escribo, y me gustan los escenarios en cualquiera de sus formas. Y los aplausos.



Comentarios

  1. Extraordinario! no pude parar de reir desde casi el principio hasta casi el fin!

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