UN DIALOGO, EN UN CUMPLEAÑOS, AL MEDIODIA; SOBRE VERDURAS | Juan Pablo Lalia


 No bien había llegado del mercado, la señora, Doña Rita, le recordó que era el cumpleaños de la más chica. La señora es muy de querer todo rápido, pero no hace nunca nada, dijo para sí, al tiempo que asentía para los demás, y les daba la espalda para refugiarse en la cocina. También le recordó, en un susurro tan cercano que le invadió el perfume que usaba, que la nena quería canelones, su comida favorita. Claro que la señora lo dijo el día del cumpleaños, por la mañana, cuando ella ya había hecho las compras; incluso, antes de que la señora de la casa sugiriera el menú, el día anterior ya había cocinado los panqueques y los había freezado, lejos de la vista de la señora que insistía en que todo debía ser preparado en el momento. Qué sabra la señora; su pensaminento se acalló con el bolsón de verduras que chocó contra la mesada de marmol negro.
―Que cosa ingrata la espinaca ― suspiró mientras la señora vagaba por la casa.
―¡Y la acelga! ―se respondió para sus adentros, tras ver la otra bolsa de verduras. Así, empezó a tararear mientras por dentro se avivaba una feroz compulsa, ¿Cuál sería, por contrapartida, la verdura más noble? En una pausa, mientras cogía ritmo, reflexionó ¿Qué sabía ella además de verduras? Mejor dicho ¿Qué sabía ella de nobleza? se preguntó sin angustia. El chorro de agua fría le causó un insulto desbocado.
―Bueno, los tomates― pensó enseguida, son rojos, turgentes.
―¿Cuándo son rojos y turgentes los tomates? si son casi siempre verdosos y macizos― le dijo su otro yo picando cebolla. ―La cebolla, en cambio, te viste cualquier comida. 
― Pero mira cómo te hace moquear. 
― El ají puede ser, es variado, se hacen conservas. 
― Puede ser, pero qué feo cuando queda duro. 
― Si!! y te acordás la vez que encontramos un gusano dentro de uno? 
― Ay callate, sí.
― Ya sé, la zanahoria, hasta budín haces.
― No. Tarda en cocinarse, no se conserva en ningún lado, te llena de esas mosquitas, y además ¿Cuántas veces hiciste budín de zanahorias? 
― Bueno, ¿Cómo estás, eh? El zapallo, ¿A ver ? 
― Mirá, el anco no tiene gusto nunca, que está naranja, que es grande, que la forma, que la helada, que me cache en dié y además el trabajo que da pelarlo ¡Pelarlo! El otro― pausó el pensamiento para vigilar al cuchillo; no sea cosa que le rebane un dedo― El otro, tampoco. No rinde. Tenés que usar de a poquito para el puchero y después. De a pedazos es bueno para relleno de tarta, pastas, pero tarda en cocinarse, es, no sé, poco práctico. 
―¿Y la batata?
Solo la miró, no hizo falta más. El agua fría le salpicaba el pecho por el trampolín que las cáscaras habían formado en la bacha. 
― La rúcula― arriesgó. 
― Qué con la rúcula. 
―¿Qué pensás? 
― Que es un invento de los últimos 20 años, mi mamá no comía rúcula. Nadie comía rúcula, como el kiwi que lo inventaron en la década de los 90. Detuvo el canto al ver a la señora entrar en la cocina.
― La lechuga es variada. 
― Mira todo, lo que es hoja verde es ingrato.
― ¿El repollo? 
― Es peor que la hoja verde, tiene todo lo malo, pero peor. 
― ¡La berenjena!
― Amarga― suspiró 
―El zapallito. 
― Es como el tomate pero verde. El zucchini es un zapallito, antes de que me digas nada. 
― El pepino. 
― ¿No te sabe a melón? Bueno. 
― ¿El brócoli? 
―Necesita mucho amor. 
― Por lo menos el alcaucil tiene corazón.
― ¿La remolacha? 
― ¡No se hace nada con la remolacha! Dijo como hervida ―Dura poco. Además, qué julepe cuando te olvidas que comiste y vas al baño. Se rieron.
― En cambio la papa― dijo inspirada antes de nombrar todas las virtudes que pudo― Va con todo: al horno, hervida, puré, la quieren voltear con el puré chef y no les sale. Haces tortillas, bombas de papa, rellena, frita, haces pastas.
Casi suspiró con el tubérculo en las manos ya se había acostumbrado al agua fría entre las manos; le daba una sensación de fresco que la relajaba.
En eso estaba, entre canción y canción, mientras preparaba los canelones. 
― ¡Tomassa! ¿Qué canta? ― interrumpió con un grito la mujer desde el umbral de la cocina.
― ¡Señora, qué susto! Una canción de la infancia, allá, de mi pueblo. Ya casi está comida. Vaya, vaya a lavarse las manos.

JUAN PABLO LALIA



Cuando era chico quería ser escritor. También tuve un momento de aspirar a la pediatría y la actuación. Hubo también un momento de incertidumbre después de terminar el secundario -5 años en total- hasta que empecé la carrera de ciencias de la comunicación e hice una tesina sobre memes. Luego de terminar la carrera, quedé con ganas de seguir escribiendo. La pandemia llegó en el momento justo.
Al final de la película Pickpocket (1959) el protagonista, Michel, dice más o menos así: Oh Jeanne, qué largo camino he recorrido para llegar a ti. En todos esos años procuré que cada sábado a la noche haya una pizza casera.



Comentarios

  1. Aguante la papa!
    Aguante tus cuentos Juan!
    ¿Cuántas veces hiciste budín de zanahorias?

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