Una carta de carne y uña hubiese sido mejor.
Así, toda verdad, mezclando cursiva con imprenta y con
tachones bien rayados
impacientes que se pasan al otro lado.
Con manchas de mate o café o birra depende a qué hora la
hubiese soltado.
Y con alguna gota seca y salada seguro
que agranda las letras como lupa y no se sabe de quién fue lo
débil.
Así toda verdad, que no disimule nada,
que tenga olor a lo que está pasando.
Donde los dibujitos del margen me manden al frente y
manteca que la estoy pensando de más.
Un cuadrado adentro de otro y ese adentro de otro y cada vez
más chiquitos, y así.
Y mejor no analizar los garabatos que seguro gritan
que te quiero más y más adentro
Osvaldo ¡OH Si!
Pero es mentira, vos no te llamas Osvaldo ni yo te quiero más
adentro.
Al contrario, te quería más afuera.
Eso fue lo que quise decirte en realidad y la pifié.
¡Afuera! ¡Cucha!¡Afuera!
y sin ladrar que ya es tarde.
Pero no, te mandé un mail, tan prolijo, tan moralmente
auto corregido que se hace aire.
Donde ni mis mayúsculas ni mis rayones buchones vamos a
poder oler.
NATALIA TORRES
Revuelto de zapallitos/
y con huevos
Re vuelo de ideas/
y con ovarios.
Se me quemaban los zapallitos a veces y las palabras siempre estuvieron ahí encendidas. Sobrevivieron durante 15 inviernos fríos, entre Los Andes y Los Pirineos mientras enseñaba a esquiar. Aparte, hubo una amiga que siempre me mandaba algún poema, algún cuento, para evitar que se me enfriara ese otro mundo.

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